Están encerrados. Pero por primera vez en sus vidas comienzan a sentir el perfume de la libertad. Cuando deberían haberla conocido, ya estaban presos. Vivían rodeados por fuertes barrotes que no fueron construidos con hierro. Las cadenas tenían sabor a droga, a fantasía, a soledad, a dolor. La adicción pudo haberlos llevado al borde de la muerte. Pero felizmente vieron un pedacito de sol y se amarraron a lo que quizás era para ellos la última oportunidad de sus vidas: el aislamiento para recuperarse de la drogodependencia.

Lejos de su entorno habitual, allí están nueve pacientes estrenando las instalaciones de Las Moritas, el primer centro estatal de internación para adictos en la provincia. La institución fue tan ansiada que ya hay listas de espera para ingresar. Hasta fin de año se planea completar el cupo de 24 camas que tiene el establecimiento, ubicado en el kilómetro 10 de la ruta 305, camino a La Aguadita.

Respirando libertad
Rodeado de un inmenso espacio verde, Las Moritas aparece en lo alto de una pequeña lomada. Como queriendo ponerle un freno a ese largo y oscuro camino de la adicción se presenta como un sitio especial, cargado de silencio, donde ni siquiera hay señal para los teléfonos celulares.

Alrededor de la mesa ratona, los pacientes largan la ronda de mates y adornan la sala con banderas celestes y blancas. El partido que disputará la selección el domingo gana espacio en el debate. "Fuerza Argentina", escribe uno de los internos. Todos los mensajes tienen un destello de esperanza. De a poco se involucran en la tarea del día: tienen que escribir algo relacionado al "Día internacional de la lucha contra el uso indebido y el tráfico ilícito de drogas", que se conmemora hoy. La frase es bastante larga, pero no los aturde. Saben que son protagonistas y muchos, incluso, ya planean para su futuro ser operadores para ayudar a otros adictos a dejar el infierno de las drogas.

"Hola, soy un muchacho que está en recuperación. Estoy tratando de salir de esto para ser otra persona, porque la droga te lleva a ser lo que no sos", arranca uno de los pacientes, y retrocede 14 años para repasar la pesadilla en la cual se sumergió por las sustancias. "Me gustaría decirles a los chicos que recién están empezando que traten de salir de esto, porque pasa el tiempo y es peor. Y a los que nunca consumieron, si les ofrecen, no lo hagan por favor, porque sufren todas las personas que tenemos alrededor y poco a poco vamos perdiendo todo de nuestra vida", suplica.

Los pacientes de Las Moritas - ocho varones y una mujer- son mayores de edad y no tienen causas penales. Todos comenzaron a consumir desde chicos y pasaron muchos años encadenados a la adicción. "Estoy buscando una vida nueva, tengo un hijo y me gustaría verlo bien. Lucho contra las drogas que día a día afuera me estaban matando", escribe otro interno.

Aislados
La experiencia de dejar todo -las sustancias, sus familias, sus casas- no es nada fácil. Ya hubo seis pacientes que abandonaron el tratamiento. Y eso que la internación no es el primer paso de este largo proceso de rehabilitación. Muchos de los que están en Las Moritas ya intentaron varias veces hacer terapias y no tuvieron éxito. Una buena parte de los internos han consumido "paco" (el desecho que se obtiene en el proceso de elaboración del clorhidrato de cocaína). El nivel de consumo de drogas que presentan es tan comprometido que sólo el aislamiento se presenta como la última salida a la adicción.

Soluciones ajustadas
Aunque la mayoría de los casos de adictos no son graves, cada vez se ven más pacientes que llegan a Las Moritas a pedir ayuda cuando están al límite. Y no hay muchos lugares donde puedan atenderse, ya que Tucumán se encuentra entre las provincias con menos capacidad para atender a los adictos graves, de acuerdo a un informe del Observatorio Argentino de Drogas, perteneciente a la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar).

La provincia cuenta con 46 centros de tratamiento, pero la gran mayoría (38) son grupos de autoayuda y ONG. Se calcula que cada año se atienden más de 12.000 consumidores de sustancias en Tucumán y en algunas instituciones las consultas se incrementaron hasta en un 40 % en el último año. Por día, la red de Salud Mental del Siprosa -que coordina la asistencia de las adicciones- recibe siete pedidos de atención, la mayoría de los cuales tienen que ver con las drogas.

Entre esos pedidos está el de Jorge, un joven de la Costanera que por estos días espera la admisión en un centro de tratamiento. "Nos ponemos ciegos. Es como si nos cortaran los brazos y ya no somos nosotros. Sé que mi familia sufre y, aunque quiero, no encuentro el camino para salir. Lo único que aparece siempre, en cualquier esquina, es la droga. Sé que estoy tocando fondo, pero quiero sobrevivir", implora.